Tomamos un buen desayuno caliente, recogimos los bártulos
y viandas, continuamos camino. Sin prisa, porque fuimos a disfrutar del
paisaje.
El vuelo de los
buitres. Las huellas de los sarrios.
El rumor de arroyos. El caudaloso río.
El
hielo, bayas rojas, farallones…
A eso fuimos...a caminar y respirar el Pirineo. Esta vez sin marcarnos retos que nos supusieran concentración y esfuerzo.
En las Gradas de Soaso pasamos nuestra segunda noche, en
el abrigo de piedra.
A orilla del río Arazas.
A los pies de Monte Perdido
Cada cual se cocinó su cena. Un carnívoro y una
vegetariana nunca mezclan su batería de cocina.
Otra cosa es compartir los sueños.
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