Al ritmo que íbamos fue casi como si de una delicada descripción
de una novela se tratase. El paisaje se fue desplegando ante Nacho y
ante mí. Después de algunos días de refrescante lluvia y cielos grises, encapotados; ahí andaba el sol, con el mismo
espíritu complaciente de siempre.
En Torrestío iniciamos la caminata "tranquila"
por la senda. Poco a poco mientras ascendíamos hacia Lagos Cerveriz y
Calabazosa, nos fuimos emocionando. Por
separado nos suele pasar, la emoción va in crescendo; si nos juntamos somos aún
más bizarros. Una auténtica gozada compartir actividad con Nacho. Pretender
pasar una tarde de actividad suave, como
era este día y ponernos a trotar sin acordar nada, para finalmente con mirarnos
casi arrancar a galopar como indios desde Calabazosa hasta Torrestío, con tan solo
un alto en el camino para beber y comer un plátano. Poderosa bajada reteniendo
por momentos, saltando piedras y removiendo el polvo en cada pisada.
Me encantó.
Nos encantó.
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