viernes

HAGO MEMORIA

Hago memoria de mi viaje a Alpes, o más bien, los recuerdos de pronto, me invaden, me transportan...
Me llevan allí donde caminé, donde ví y sentí la magia de los esbeltos pinos, de la bruma matinal que todo lo envolvió en un halo de romanticismo.
Pasear por el bosque de camino al Glaciar de Bossons fue entrar en un Templo.
Cada tronco húmedo cruzado en el sendero cubierto de verde musgo, cada ave cruzando de rama a rama y en cada segundo y cuanto más a desmano, cuanto más salvaje entorno, más feliz

Los recuerdos me hacen viajar en el tiempo y en el espacio muy ligera, pues mi mochila pesaba bastante en las primeras etapas del Tour de Mont Blanc.
Ahora , aquí, rememorando sin orden tramos y vivencias; de lo que durante un tiempo había sido mi ilusión, todas las noches , mientras hojeaba libros sobre estos lugares antes de dormir, me doy cuenta que cuando deseo algo con toda mi alma, lo llevo a cabo.
Aquella noche, en la que de pronto se oían los bramidos y aullidos de los animales que pasaban corriendo de un lado al otro donde acampé; como me sucedió en las cercanías de un pueblo llamado La Villete, cerca de Les Contamines de la Montjoia.
Estaba rota después de mucho caminar tan cargada, aunque satisfecha y feliz.
Flores de vistosos colores, mucha niebla cubriendo las altas montañas, cabañas hermosas, gentes...
Monté donde creí que sería un buen lugar y resultó ser un rincón de paso de yo que sé cuantos animales, muchos. Me dormía por momentos, de agotamiento. Una parte en mí estaba alerta todo el tiempo. Pensé que al olerme puediese atraerlos y quién sabe de paso comerme. Opté a no sé qué horas, por poner la radio. Hablaban en francés, cambié para escuchar música y cada hora y media que es el temporizador de la radio para apagarse automaticamente, inconscientemente, me despertaba y la encendía de nuevo.
Que tontería, en cuanto empezó a amanecer ya no tenía esa inquietud de sentir que los animales me podían comer.
Ya no encendí la radio cuando se apagó, y salí al exterior de la tienda para disfrutar de el fresco de la mañana y entonces vi las huellas hierba , los rastros dejados por sus patas.
Esa inquietud, suele sucederme cuando monto la tienda en espacios que sé que son de transito de todo tipo de animales salvajes.
En cambio si monto en una cumbre o a cierta altura, sobre 1500 metros más o menos no me sucede.
Es algo que me atrae también de estas salidas, la aventura, lo desconocido, lo no previsto, me genera un estado de cosquilleo y vértigo que me gusta.

Contar y entender

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