Salí desde Laviana, pasé por La Chalana, el Condao y peleé la subida que hay para llegar al embalase de Rioseco.
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Los muros que quedan de la gran casona me hechizaron; esas ramas dormidas que se cuelan por el ventanal estrecho, que un día seguro fue la lucerna, de una amplia habitación con suelos de madera con tablones que crujieron en cada pisada, por débil que hubiese sido; paredes desnudas, sin retratos que las adornaran, frías, donde retumbó el eco de los susurros...
En soto de Agues se puede tirar en dirección Ruta del Alba o la Senda que muestra la señal de la fotografía, que es por la que yo tiré. No llegué a terminarla, demasiado pronunciada para mí. Hubo un momento en que mis piernas eran dos infiernos, sentí que me quemaban por el esfuerzo de las pedaladas, quería subir más, pero no se puede forzar la máquina, quedaba el regreso.
El olor de la leña que las chimeneas exhalan, los cencerros de las vacas, los berridos de las ovejas, las montañas, la hojarasca seca, los niños que juegan con los regalos de los Reyes Magos bajo el hórreo del centro del pueblo...


Vídeo de un tramo de bajada, de la Senda de Villamorey
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