miércoles

LUZ, CALMA, PAZ...


En cada ráfaga de aire las hojas de los árboles chascan unas contra otras y se desplaza el sonido que produce ese chocar a la misma velocidad del aire puro que las blande.

Algunas nubes blancas algodonosas cubren las altas montañas del Aramo y entre los claros el cielo es de un intenso azul.

Sobre la pradera campan decenas de insectos, perqueñas hormigas, grillos...

De cuando en cuando zumban cercanas las abejas, aletean las mariposas. Los pajarillos cantan animados volando de rama en rama. Apoyo mi cabeza sobre el tronco del manzano y cierro los ojos y me siento parte del paisaje, natural, como una flor por la que circula la savia indómita. Las hormigas se pasean sobre mí provocándome un cosquilleo casi imnaguantable, pero me quedo quieta, no quiero moverme ni un ápice, tan solo sentir, escuchar el mágico lenguaje de la pureza al compás de los latidos de mi corazón.

Me siento unida a la tierra como si tuviese raices, al sol que baña ahora mi piel, al olor de la hierba.

Escucho los cencerros de las vacas que pululan campo arriba y un burro rebuzna...

Abro los ojos henchida de paz, aletea una mariposa que pasa rauda, canta un gallo y se oculta el sol de nuevo pero aún así la luz es intensa este día.

Ladra un perro lejano...

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